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Danubio Campeón del Torneo Apertura 2013

Así lo vio la prensa

Un repaso por las tapas y las notas de los diarios sobre la consagración de Danubio.

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Ver tapas de los diarios del día después de la consagración


LA REPÚBLICA

Milagro en San José

El franjeado era el que tenía menos chances pero terminó quedándose con el título.

Ni a Alfred Hitchcock se le hubiera ocurrido este guión. Hace semanas todos venían diciendo “el campeón es Nacional”. Algún crítico se animó a pronosticar que habría una final, casi nadie daba a River campeón y ni uno solo le dio la mínima chance a Danubio.

¡Este fue un campeonato bien pa’ los contras!

Todos se olvidaron que era 15 de diciembre…fecha sagrada de La Franja. Se cumplían 9 años de aquel milagroso título de 2004 con el gol de Perrone de taquito y en la hora. Era la fecha santa de los danubianos. Por eso, centenares de hinchas viajaron hasta San José a alentar a los capitaneados por Jadson Viera.

El partido era duro y el 0-0 con alguna tapada de Ichazo denunciaba que a Danubio se le haría cuesta arriba. Se jugaba en el Casto Martínez pero se ponía la oreja en las otras canchas.

En el segundo tiempo Ramos hace cambios y manda el cuadro arriba, hasta que faltando 6’ llega el tiro libre salvador del “Bola” Lima.

Luego, hay final en San José pero quedan 5 minutos en el Saroldi y más de 10’ en el Parque Central: Danubio no puede festejar aún porque si River hace un gol se queda con el título. Los jugadores son abordados por un periodista de CX 42 (la radio que transmite todos los partidos de Danubio desde hace 9 años) pero apenas balbucean alguna frase cortita. “Tengo el corazón en la boca…después hablamos”, le dice Jadson Viera al colega. El “Bola” Lima contesta sin ganas a la pregunta de si fue este el gol más importante de su vida: “sí, sí…pero esperá que terminen los demás, vamos a ver…”.

En la cancha los muchachos de Leo Ramos escuchan radios y se comen las uñas. Para colmo, sus hinchas tienen un enfrentamiento con los policías maragatos que, por suerte, duró apenas un par de minutos.

“¡Final en el Franzini!”, grita el tipo de la radio: Danubio aplaude y crece su ansiedad porque la única forma de perder este campeonato es que Nacional haga dos goles en pocos minutos.

“¡Final en el Parque Central!” y explota la tribuna visitante del Casto Martínez mientras en la cancha se abrazan los jugadores.

No sé si Danubio será el justo campeón. Tampoco me importa. Solo me gustaría escuchar a quienes dijeron que “Danubio se cagó” en determinados partidos. Desde estas páginas rechazamos esos comentarios (basta entrar a la web www.república.com.uy y encontrar nuestros artículos). Siempre defendimos a Danubio. Hoy, Danubio nos dio la razón.

Gol a gol

Así se vivió la tarde en la tribuna visitante del Casto Martínez.

A los 18’ anuncian “gol de Nacional” y la ilusión se esfumaba (Nacional quedaba con 33, River 31 y Danubio 30).

En los segundos tiempos sería una locura: a los 7’ hay gol de Fénix, entonces ahora hay final entre Nacional y River (Nacional y River 31, Danubio 30). Pero a los 25’ gol de Defensor y la copa es tricolor (Nacional 31, River y Danubio 30). A los 27’ el gol de Novick sorprende: ahora hay triple empate en la cima pero la final es entre Nacional y River por saldo de goles (River 30 puntos y saldo + 13; Nacional 30 y saldo +12; Danubio 30 y saldo +10). A los 31’ hay penal para Nacional y todos imaginamos que el tricolor lo daba vuelta y terminaba siendo campeón. Pero Mejía le ataja el penal a Recoba y sigue todo igual. Y a los 39’ cae el gol del milagro: el “Bola” Lima de tiro libre pone Danubio 1-0 Sud América y el franjeado es campeón (Danubio 32, Nacional y River 30). A los 41’ el gol de River no cambia nada pero pone más suspenso (Danubio 32, River 31, Nacional 30).

Y se viene el desenlace de esta película: final en San José pero faltaban varios minutos en las otras canchas. Por eso hubo que esperar un ratito para empezar el festejo.

EL PAÍS

Es un campeón

Danubio es el campeón del Torneo Apertura. Realmente eran muy pocos los que imaginaban este desenlace, empezando por los propios hinchas franjeados que fueron a ver un partido más, aunque sin cerrarle la ventana al título.

Danubio es campeón, en gran parte, gracias a su técnico Leonardo Ramos, quién hizo cambios netamente ofensivos buscando el gol del triunfo frente a Sud América, un equipo duro, que no le hizo el partido sencillo. En un momento complicado de partido, el DT sacó al histórico Jadson Viera, pasó a línea de tres en el fondo y colocó a Horacio Sequeira; previamente había puesto a Marcelo Tabárez en sustitución de Sergio Leal y, de esa forma, quedó prácticamente con cuatro jugadores de ofensiva. Y le dio resultado.

El primer tiempo fue parejo y mal jugado. Danubio intentaba por la derecha con Camilo Mayada y con centros q buscaban la cabeza del goleador Jonathan Álvez. De hecho, el goleador tuvo dos situaciones claras de cabeza pero las malogró.

Sud América, en cambio, insistía con la técnica y buen juego de Ángel Luna y con la velocidad de Santiago González, el jugador más peligroso del "buzón". Entre los dos delanteros generaron las situaciones más claras, que mostró impecable a Salvador Ichazo, que en esos primeros 45` le hizo honor a su apellido. Quizás, la más difícil para el arquero fue una de Luna, que a los 27` se sacó a dos defensas de arriba pero Ichazo lo ahogó y le atajó el remate.

El segundo tiempo tuvo un "clic". Aunque parezca mentira fue un gol de otro partido, literalmente hablando. Fénix había empatado en el Parque Central y los hinchas de Danubio se lo hicieron notar a sus jugadores.

De ahí en más los futbolistas franjeados se fueron con todo al ataque, con muchas más ganas que fútbol pero con la cabeza puesta en anotar un gol sea como sea. Era hacer el gol o perder porque Danubio quedaba desnudo en defensa, y Sud América generaba contragolpes peligrosos que, al final, no supo hilvanar.

A los 83` Roberto Silvera cobró una falta dudosa a favor de Danubio y Pablo Lima agarró la pelota. Era ideal para su perfil; frontal al arco y a 25 metros del mismo. Todos en el Casto Martínez Laguarda sintieron que podía ser la pelota del partido.

Y fue nomás la pelota del partido, y del título. El "Bola" la mandó al ángulo. Gol de Danubio. Gol del campeón.

Pablo lima fue clave

Pablo Lima es un elegido. No había jugado un buen partido; había estado impreciso hasta en las pelotas quietas, dejando casi siempre la pelota corta. Pero apareció en el momento clave para darle el título de campeón a su querido Danubio. A los 84` tomó la pelota, la colocó y ya se sentía el olor a gol. La metió en el ángulo superior derecho desde 25 metros. Una bestia.

LA DIARIA

El imprevisto

Mientras los líderes Nacional y River perdían puntos, Danubio, que estaba tercero, ganó y es el campeón del Torneo Apertura.

232 grados Celsius equivalen a 451 grados Fahrenheit. A esa temperatura el papel se prende fuego. En San José, con altísima temperatura, Danubio derrotó a la IASA 1-0 cuando faltaba poco para el final del partido y, aprovechándose de los resultados de Nacional y River Plate, se quedó con el campeonato. Otro 15 de diciembre para la historia.

Él lo decía. Leo Ramos, el hijo del taxista que cuando era un gurí fue campeón con Progreso en 1989, había dicho dos, tres, cinco veces que su equipo, Danubio, iba a ser el campeón. Lo dijo cuando quedaron en el liderazgo. Lo dijo cuando lo perdieron, aclarando que ya no dependía de ellos. Lo dijo antes de la última fecha, cuando el establishment ya había descartado al equipo de la Curva de Maroñas. Lo dijo y ayer lo gritó: “Danubio campeón”.

El partido estaba pesado, nervioso, majadero. Pesado, 1.000 grados. Se aproximaba a los 451 grados Fahrenheit que, como enseñó Ray Bradbury, es la temperatura a la que se queman los papeles.

Era la cuarta o quinta vez que Pablo Lima se paraba con su zurda frente a la pelota. El Perro Irazún armaba la barrera. El Bola amartillaba la zurda. La imagen ya se había repetido y siempre el golero floridense había vencido en el duelo ante el lateral zurdo de La Teja, que se crió futbolísticamente en Jardines del Hipódromo.

Triste destino, el de los deportistas que deben desarrollar su tarea en medio de un universo regenteado de hecho por cuatro o cinco emisores principales que hacen de sus discutibles opiniones la verdad revelada e indiscutida. Con pobres y opacos guiones seducen y envilecen el ambiente, a sus protagonistas y a nosotros, la comparsa que acompaña escuchando, leyendo y yendo a la cancha, haciéndonos sentir seguidores diarios de aquello que ya está marcado.

En esta historia de deterministas futboleros las cosas son así y no hay chances, pero los tercos negadores de esa filosofía barata llenan los ómnibus y hasta los camiones, para seguir al cuadro, para seguir el sueño y la esperanza. Algunos muchachos, otros hombres grandes y hasta añosos para el fútbol de elite han sido condenados a entrenar y trabajar en doble o triple horario, a quedarse sin vacaciones, a hacer viajes largos y cansadores para saber que no podrán, que el campeonato será para otros, para los que venden, para los que tienen el gran público. A los que el vampiro del utilitarismo les chupó hasta la última gota de ilusión por la gloria, de sueños de superación, de sudor segregado por el esfuerzo, les parecía desde hace días, según sus oráculos de bocabiertas, que esto estaba liquidado para Danubio.

Faltaban 6 minutos en el Casto Martínez Laguarda de San José. Leo Ramos ya había agotado los cambios de su equipo, dando ingreso a más chiquilines: estaban en la cancha el goleador salteño Horacio Sequeira, el zurdito de Huracán Villegas Marcelo Tabárez y Matías de los Santos. Una y 1.000 veces habían repetido que Danubio estaba a sólo un gol del título, y ahora empezaba a tener importancia lo que pasaba en el escenario josefino.

Lima le dio la espalda al centro de la ciudad de San José y acomodó la bola. Amartilló la zurda y se impulsó con cuatro o cinco pasos de derecha a izquierda, para aprovechar al máximo las leyes no escritas de la física aplicadas al golpe de pelota para que salga un gol de campeonato. Los relatores lo presagiaron. La capellada de su botín izquierdo impactó con justeza y con justicia en la globa. ¡Pac! La vieja onomatopeya disparó los sueños de los forasteros pobladores del cemento, que ahorcaban los alambrados con sus manos encallecidas de tardes sin triunfos, y la pelota tomó la velocidad de la utopía para terminar besando las redes, a espaldas del golero de Sud América, que esta vez, a diferencia de su antagonista, no pudo estar en el lugar adecuado en el momento adecuado para torcer el destino de gol.

Sólo faltaban 6 minutos y a todos, menos a los danubianos, se les empezaban a quemar los papeles. Victoria, en busca de otra victoria, un día después de hacer Montevideo-Valizas, remontó su camino por unas horas hasta San José escribiendo: “Sé que es difícil entenderlo, pero esta pasión es más fuerte. Volví de Valizas a este calor insoportable sólo por vos, Danubio”. Estaba ahí, alzó sus brazos, bajó los cinco o seis escalones de la tribuna y gritó, lloró y sonrió. Faltaban 10 minutos para que en los papeles Danubio fuera campeón, pero en su vida ya lo era. Lo demás, en este caso, es relleno de tácticas, razones técnicas, aciertos, fallos, goles hechos y penales errados, que no contarán a la hora de recordar aquella tarde en que Danubio fue campeón en San José.

PORTAL 180

El Día D

Danubio ganó el título en el interior. Con sufrimiento y 1.500 personas en la tribuna que pasaron por todos los estados de ánimo. Empezaron la tarde controladas, luego se desesperaron cuando vieron que lo único que faltaba era el gol de su equipo y terminaron tan estremecidas como felices.

En el medio del campo de juego están los jugadores y el cuerpo técnico. Todos se abrazan. En el medio, un relato radial cuenta lo que pasa en el Parque Central. A Nacional no le da ni para empatarle a Fénix y el Danubio de Leo Ramos acaricia el título. Pero prefieren esperar. Son tres minutos que se transforman en interminable.

De fondo, se escucha el “Dale campeón” de los 1.500 hinchas danubianos que viajaron desde Montevideo para acompañar al equipo. Sabían que la tarea era complicada, que las chances no eran muchas. Pero habían ido. Tal vez movilizados por la certeza de que nunca fueron fáciles las cosas para Danubio.

Cuando Darío Ubriaco pitó el final en el Parque, el Casto Martínez Laguarda estalló. Hinchas y jugadores fueron uno. A todos los invadió una felicidad incomparable. Esa felicidad que solo siente la gente de los cuadros que visitan todas las canchas, que viajan por todo el país. Esos cuadros a los que todo les cuesta el doble. O el triple.

Las 1.500 personas que se animaron a la aventura salieron de Montevideo bajo un sol acalambrante. Se acomodaron en la calurosa tribuna y empezaron a ver el partido.

Empezaron tranquilos, calmos, sin demasiados gritos. Cuando escucharon que Álvaro Fernández había puesto el 1 a 0 en el Parque sintieron desazón.

En la cancha pasaba poco y nada. Ni en un arco ni en el otro había situaciones. Entonces, con poco para mirar, agudizaron el sentido de la audición.

Cuando comenzó el segundo tiempo se volvieron a meter en lo que pasaba en San José, pero sin dejar de lado el relato de lo que pasaba en el Franzini y en el Parque.

Sintieron que el milagro era posible cuando Ignacio Pallas empató para Fénix. Lo festejaron como si hubiese sido en vivo, como si lo hubieran visto. La mesa estaba servida. Perdía River e igualaba Nacional.

Ahora dependía de Danubio. Pero los minutos pasaban y en el Casto Martínez Laguarda no había novedades.

Volvieron a sentir que todo estaba dado cuando Novick anotó el segundo en el Parque. Se abrazaron entre ellos y gritaron hacia el campo. Les pidieron un gol a los jugadores. A sus jugadores.

Los gritos y súplicas se terminaron por un instante. Fue a 10 minutos del final. Cuando Roberto Silvera pitó tiro libre para Danubio a 25 metros del arco de Sud América todos se callaron. Es lo que hacen cada vez que va a patear un tiro libre Pablo Lima. Parece una misa. Todos en silencio, agazapados, con los ojos puestos sobre él.

El “Bola” sacó una bomba que se incrustó contra el segundo palo. Y el descontrol se apoderó de todos. Se abrazaron, saltaron, lloraron.

Los últimos minutos fueron extenuantes y estremecedores. Los ojos en un lado, los oídos en otro.

Mientras vuelven desde San José, en caravana, exultantes, muchos se acuerdan de aquel viaje del 2004 hacia Colonia, aquella tarde en la que el equipo de Pelusso ganó el Apertura. Ese mismo equipo que terminó campeón Uruguayo un 15 de diciembre, con un gol de taquito y en la hora ante Nacional.

EL OBSERVADOR

El valor de los símbolos

Un golazo de Pablo Lima, que destrabó ante Sud América un partido cerrado, coronó a Danubio como el campeón menos pensado del torneo

Pablo Lima la acomoda. El tiempo se agota. El corazón del hincha se acelera. Sabe que ese tiro libre es la chance. No habrá otra. La ilusión se mece en la carrera como un equilibrista de circo. Y el Bolita le pega como para que Quentin Tarantino se haga un festín de slow motion y ambientación musical. El golero vuela, pero la pelota se incrusta en el ángulo. Es gol. De un hijo dilecto de Maroñas. Danubio campeón.

La franja derrotó, con ese tiro libre al minuto 84, 1-0 a Sud América en San José para coronarse campeón del Torneo Apertura.

Hizo lo que tenía que hacer: ganar. Más allá de las formas y del estilo histórico del club. Minutos después, se consumaron las caídas de Nacional y River Plate para abrirle el portón a los festejos.

Antes de ese golazo de Lima, Danubio sufrió. Primero porque Sud América jugó un muy buen primer tiempo al que solo le faltó acertar en la definición.

Después, porque al hacerse del control del partido —en el segundo tiempo— se encontró con una ferrea defensa que no le permitió generar casi opciones de gol.
 
Es verdad. El hincha de Danubio no recordará a este equipo por lo bien que juega.

A los dirigidos por Leonardo Ramos les costó una enormidad generar juego. Con Míguez recostado contra la izquierda para que Leal se desempeñe como enganche, la franja perdió el peso de su doble cinco (Porras-Míguez).

Leal entró poco en juego y el poder salvaje de sus delanteros (Álvez-Míguez) padeció una alarmante falta de abastecimiento.

Solo un par de corridas de Mayada por derecha llevaron peligro al arco rival con un par de centros donde Álvez ganó sin definir bien.

Danubio se insinuó peligroso en las pelotas quietas por la mayor talla de sus jugadores, pero el que dominó el juego fue el buzón cuando la pelota pasó por Gallego y Luna, y cuando le llegó redonda a Santiago González que fue un azote de pisadas y piques electrizantes.

Ichazo fue Salvador. Le sacó un mano a mano a Luna y desactivó una bomba de González. El pobrísimo primer tiempo de Danubio tuvo, al menos, el mérito de mantener el cero.

Pero de ahí a aspirar el título había mucho trecho.

El segundo tiempo fue, entonces, otro partido. Los de la Curva apretaron el acelerador y la usina generadora de juego de la IASA se fundió en el calor maragato.

Ramos comenzó a sumar puntas y su equipo a martillar al rival. Con más instinto que idea.

Entró Tabárez y se fue Leal. Después Horacio Sequeira por Viera para armar línea de tres e ir al frente. Con más arremetida que estrategia.

Irazún sostuvo el cero con una gran atajada ante un intento de Tabárez. Maxi Pereiro fue más veloz en el área que Quiñones y Antonio Fernández entró para solidificar una vulnerable zona izquierda donde el constante intercambio de posiciones entre Pascual y Argachá no daba resultados.

Todo iba camino al 0-0. A la resignación y al desencanto.

Pero entonces apareció Lima. Primero le puso un tiro libre a Formiliano en la cabeza. El palo salvó esa vez a la IASA. Y minutos después la clavó en el ángulo con un gol de esos que los hinchas recordarán en el tiempo como uno de los que más gritaron en su vida.  

Danubio ganó con el valor de los símbolos. Con un hijo de la cantera. Con uno de esos jugadores que puede darle un beso creíble a esa camiseta que ayer se revoleó campeona por San José.

MONTEVIDEO PORTAL

Opa, opa, opa, ooopa

Danubio se consagró campeón del Torneo Apertura con un golazo de Pablo Lima en una definición electrizante. En el arranque de la tarde futbolera el campeón era Nacional, después hubo finales, luego pasaron a perder tricolores y darseneros, y por último se quedó con el título el único de los de arriba que pudo sumar de a tres.

Claro que no le fue fácil al elenco de Leonardo Ramos, que dominó en el primer cuarto de hora y tuvo dos ocasiones claras que no pudo definir Jonathan Álvez, pero que luego pasó zozobras. De hecho, los buzones tuvieron tres opciones muy riesgosas, sobre todo cuando a los 25' Ichazo le tapó un mano a mano al argentino Ángel Luna.

La IASA tuvo las mejores del primer tiempo y tal vez mereció irse en ventaja al descanso, pero en la etapa complementaria fue Danubio el que hizo el gasto. El director técnico franjeado sacó a Jadson Viera y se la jugó con el ingreso de Sequeira a los 68', mandó a todo el equipo al frente y tuvo su recompensa.

Cuando por la radio los fanáticos danubianos se enteraban de que iban perdiendo Nacional y River Plate, cayó como caído del cielo el tiro libre de Pablo Lima a los 80' para desatar el festejo de los más de 100 hinchas que viajaron a San José con toda la ilusión.

Con una atajada monumental de Ichazo en el final y la oreja pegada a la radio para confirmar el empate de River y la derrota de Nacional, la vuelta olímpica se hizo esperar unos pocos minutos, pero valió la pena.

Danubio, que le ganó a Nacional, Peñarol y Defensor Sporting, los rivales que siempre en la previa parten como candidatos, se consagró en una última fecha dramática cuando muchos lo descartaban.

MARCA (España)

Danubio obra el milagro

Danubio se proclamó campeón del torneo Apertura del fútbol uruguayo tras vencer por 1-0 a Sud América y aprovechar los traspiés de los hasta ahora líderes Nacional, que perdió 2-1 frente a Fénix, y River Plate, que igualó 1-1 con Defensor Sporting.

El gol de Danubio fue obra del defensa Pablo Lima en el lanzamiento de una falta y en el minuto 80. Los danubianos, que llegaron a la última jornada en el tercer lugar de la clasificación aunque a un solo punto de los líderes (30-29), ganaron con dificultades pero la victoria les valió el título.

La celebración tuvo que esperar cinco minutos, la diferencia que hubo entre el final de un partido y otro. Cuando por los altavoces del estadio 'Casto Martínez Laguarda' se anunció que en el Gran Parque Central caía el favorito para el título —Nacional ante Fénix- se desató la locura de Danubio.

El equipo de Leo Ramos, el mismo que tuvo como manija futbolística a Fabián Canobbio hasta su lesión, llegó a la definición por debajo de sus rivales, Nacional y River. Hasta los 20' del segundo tiempo, Nacional era el campeón del Apertura 2013 del fútbol uruguayo. Pero minutos más tarde, todo cambió. Los goles en las tres canchas que definían el certamen cambiaban el estado de ánimo de 6 equipos en pugna, y finalmente la alegría quedó en el barrio Curva de Maroñas, en Montevideo.
Danubio cumplió con lo suyo y ganó, 1 a 0 sobre Sudamérica. River no pudo con Defensor Sporting, y el empate a 1 lo consagró como subcampeón. Mientras que Nacional, el eterno obligado a campeonar, perdió ante el modesto Fénix por 2 a 1, en su cancha y con su gente. El ‘Chino’ Recoba marró un penal, sus delanteros fallaron en la definición y atrás, dos llegadas del rival, dos goles.

El título y el festejo de Danubio se cumplen un 15 de diciembre, 9 años más tarde que otro título similar. Entonces fue en su campo de juego, en Jardines del Hipódromo. Por entonces el gol fue obra de Diego Perrone ante Nacional, y fue título. Ahora, la historia tiene ídem en blanco y negro.

"Yo estoy cumpliendo un sueño. En 2008 perdimos una final con Nacional y me tuve que ir muy triste de Danubio, ahora vine para cumplir un sueño, ser campeón, y es mi primer título en Uruguay", dijo Sergio Leal, hombre del equipo de la franja. Es una de tantas voces danubianas que se alzan al cielo de la ciudad de San José, allí donde se dio el festejo. Desde el ómnibus, las manos al cielo. Todo festejo.

Leonardo Ramos, entrenador campeón, dijo apenas culminó el partido que cumple sus promesas. "Le dije al presidente que antes que culminara su mandato lo iba a sacar campeón, y cumplí. Nunca pensé que se nos iba el torneo, y mis palabras fueron lo que pasó. Tenés que depender de vos, nosotros para ser campeones por nosotros mismos no se nos dio, pero estaba convencido del título. Acá no hay misterio, trabajamos mucho en la semana, le dedicamos muchas horas a esto, los jugadores entran a la cancha sabiendo lo que tienen que hacer, convencidos de ello, y son los que nos representan en la cancha".

Leo Ramos lideró un cuerpo técnico compuesto por Marcelo Suárez como ayudante de campo —ex compañero de fútbol-, el profesor argentino Matías Seijo como preparador físico, Diego Perrone y el entrenador de arqueros “Pipa” Rodríguez. "Este triunfo y este campeonato que lograron los jugadores es para esa gente que no creyó en nosotros. Quiero dar el agradecimiento al gran plantel que tenemos, al cuerpo técnico que tenemos, que es de puta madre, a la comisión que se ha portado bien con nosotros y la gente espectacular. Estaban las cuatro patas bien, era imposible que no fuéramos campeones", sentenció Ramos.