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Entrevista a Emiliano Velázquez

El danubiano Emiliano Velázquez, actual jugador de Getafe y la selección uruguaya, habló con tvdanubio sobre su adaptación al fútbol europeo, contó anécdotas de lo vivido en Danubio y le dejó un mensaje a los hinchas.

Velázquez habló del proceso de selecciones (estuvo en Sub15, Sub17, Sub20 y ahora mayores), de José María Giménez (con quien estuvo en Danubio y ahora en la selección), de su referente Diego Godín y de su adaptación al fútbol europeo.

Además repasó diversas anécdotas, como cuando subió a Primera y Mauro Goicoechea no lo llevaba a las prácticas a menos que se vistiera bien, su costumbre de regalar la camiseta en todos los partidos y recordó diversos momentos vividos con Danubio.

"Sigan demostrando que la hinchada de Danubio es grande y está siempre, en las buenas y las malas", fue su mensaje para los danubianos.



A continuación compartimos la carta que le dimos al final de la nota:

Emi, te transformaste en ídolo paso a paso. Llegaste a club siendo un niño y desde entonces te hiciste hombre llevando a tus compañeros por el buen camino. Siempre fuiste un líder con la cinta tatuada en el brazo. Nos representante en cada selección, siempre dejando en alto el escudo franjeado. Nos llenábamos la boca hablando de ese pibe al que apodaban Indio que era capitán con Uruguay y que algún día llegaría a Primera. Después de llegar hasta lo más alto en sudamericanos y mundiales mientras que los que saben de las juveniles del club decían que ese capitán iba a hacer historia. 

Llegaste a Primera División con chapa de crack y no hiciste más que demostrar que estabas apto para lo que se te pusiera enfrente. A poco de tu debut estuviste en aquel Danubio de tan mala campaña… Pero seguiste siempre al firme. Te bancaste situaciones horribles en un equipo donde nadie entendía qué pasaba pero siempre pasaba lo mismo. Pero todo sigue y estuviste ahí para rematar esa mala campaña. 

Cuando hubo un problema entre lo contractual y tu pase, surgió la chance de que te fueras a un ‘grande’, no tenías contrato con nosotros y bien pudiste haberte ido como tantos otros. Pero la diferencia es que vos no sos como otros, vos sos distinto. Cuando ya se hablaba de tu llegada a ese ‘grande’, vos saliste para callar rumores y a decir que no, que tu club era Danubio. Exigiste y lograste seguir con nosotros y como si con ese gesto no bastara, nos prometiste irte campeón. 

Tus palabras fueron las de un líder, las de un capitán. No entendíamos bien cómo confiabas tanto como para hablar de campeonatos, pero a los que mandan, hay que escucharlos callados y seguirlos.

Llegó aquel Apertura donde siendo titular absoluto, dimos la vuelta en San José. Tu cara lo decía todo, el pibe había cumplido el sueño que añoraba desde chico y estaba cumpliendo con su palabra: Había sido campeón con Danubio.

Ahí pareció ser tu despedida y bien merecida la tenías. Pero no, el pase no se dio y lejos de amargarte, volviste a repetir esas palabras sagradas: que te ibas a ir campeón. Pero no de un torneo corto sino campeón uruguayo. Y si antes habíamos creído en tu palabra, habiendo ganado el Apertura, lo tuyo era palabra santa. 

Fue turno de ese raro Clausura que nos dejó en las finales con Wadereres. Fuiste un baluarte en los tres partidos demostrando con fútbol que esa copa tenía que ser tuya. En el último partido te fuiste expulsado pero nadie sabe lo mal que pasaste en la tribuna llorando de calentura desde que viste la roja hasta que Salvador hizo honor a su nombre. Ahí cambiaste lágrimas de tristeza por lágrimas de alegría. Tu objetivo desde chico estaba cumplido; tu promesa con la gente, estaba saldada. Eras campeón uruguayo. Habías ayudado a bordar esa tan preciada cuarta estrella. 

Y luego sí, llegó el tan ansiado día y todos te despedimos de pie y contentos, como una madre o un padre que ven a su hijo egresarse. Emiliano Velázquez para los de afuera, Emi o el Indio para nosotros, se había graduado con honores en la Universidad del Fútbol Uruguayo. 

Hoy estás donde estás y cada cosa que tenés es tuya, porque te la ganaste.

Es un orgullo para todos nosotros verte ahí. Gracias por ser como sos, por cada tranque, por cada salida del fondo amagando, por esos goles, por transpirar la camiseta de verdad, pero por sobre todo: por llevar la franja tatuada. ¡Gracias, Emi!