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ALCIDES EDGARDO GHIGGIA

La historia de Ghiggia en Danubio

Alcides Ghiggia fue uno de los tres campeones del mundo que vistieron la camiseta danubiana.

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El fino paladar del hincha danubiano ha tenido la fortuna de disfrutar de notables jugadores, en su mayoría surgidos de la “cantera propia”, pero tambié de aquellos provenientes de otras tiendas, que ya contaban con un prestigio ganado. Por citar algunos ejemplos: El “Pibe de Oro” Lazzatti, “Cumba” Burgueño, el “Loco” Montaño, Jaime Sarlanga y nada menos que… Alcides Edgardo Ghiggia.

Alcides, el menor de cinco hermanos, nació el 22 de diciembre de 1926, en el barrio La Blanqueada, donde pasó su infancia y adolescencia. Su numerosa familia pertenecía a la clase media y afortunadamente sus padres jamás le dejaron faltar nada, lo cual, sin dudas, le permitió jugar al fútbol más allá de los cuarenta años.

Fue a la Escuela y la UTU, pero aún siendo un buen alumno… lo suyo era el deporte: practicó básquetbol y lógicamente fútbol. Comenzó –llevado por su hermano-  en Sud América, en la 4ª división y como “centrofobal”, hasta que lo trasladaron a la punta derecha de donde no salió más. Luego se desempeñó en la “Tercera Especial” (divisional creada a iniciativa de dirigentes danubianos) y finalmente llegó al “primero” en 1947, cuando los naranjitas militaban en la “B”.

A principios del siguiente año, junto a otros muchachos, pasó a Peñarol, hasta que fue transferido al fútbol italiano en 1953. 

Sin lugar a dudas, el mojón de su notable carrera deportiva fue la conquista del Mundial de Brasil en 1950, donde fue factor fundamental del seleccionado uruguayo.

Será por siempre inolvidable la imagen del segundo gol uruguayo frente a los brasileños, que aún seguimos recordando pese a que ya pasaron casi 60 años.

En el fútbol italiano se desempeñó en la Roma desde la temporada 53/54 a la del 60/61 y en el Milan en 61/62. Con el equipo capitalino obtuvo la “Copa de Feria” en 1961 y con los rojinegros el “Scudetto” del 62.

Su notable desempeño y el haber tenido abuelos paternos italianos le posibilitaron vestir la “azzurra”, jugando incluso algún partido de eliminatorias mundialistas.

Finalizado su contrato con Milan, y pese a que tenía ofertas de varios clubes italianos, un llamado de Juancito López (entrenador uruguayo en el mundial de 1950)  lo hizo regresar. La Mutual de futbolistas, con el plantel de 1950, iba a realizar una gira por todo el interior del Uruguay para recaudar fondos para la obra del Dr. Caritat que combatía la terrible poliomelitis. Ghiggia no lo dudó y pegó la vuelta. La gira duró casi todo el año 1963, culminó con una “especie” de revancha de la final de 1950, en el Estadio Centenario y su actuación fue tan destacada en aquel cotejo que despertó el interés de Danubio.

Llegó al equipo de la franja en 1964, arregló su contrato directamente con el titular danubiano, Julio Oyenard y al poco tiempo quedó demostrado lo acertado de su contratación. No vino solo para aportar toda su experiencia recogida en Europa, sino que además demostró que su talento futbolístico seguía intacto.

De su pasaje por la franja el notable delantero reflexionó lo siguiente:

“Esa etapa en Danubio la recuerdo especialmente, porque yo pensaba que con 37 años no podía jugar más, pero cuando vine acá resultó que andaba fenómeno”.

“Yo jugaba arrancando de más atrás, como en Italia, me era más cómodo. Jugaba de puntero siempre por la derecha, pero si tenía que meterme para el medio, me metía. Retrasándome traía la pelota dominada y así era más fácil encarar al marcador.”

El fútbol europeo lo hizo evolucionar, por ejemplo comenzó por primera vez en su carrera a aprovechar más sus virtudes y los defectos del contrario.

“Yo estudiaba al que me iba a marcar, si era zurdo cerrado o manejaba las dos piernas, si podía amagarle por la izquierda e irme por la derecha”

Pese  a no haber perdido la velocidad que lo caracterizó siempre, este estudio del rival le simplificaba las cosas para escaparse siempre de los marcadores.

En Danubio se encontró con grandes futbolistas: hizo ala con el “loco” Montaño, aquel que mientras jugaba relataba el partido, otro argentino Pederzoli, exquisito volante central, el “Pocho” Brunell, Miguel Bazzano y finalmente formó parte de aquella fenomenal delantera “de las de antes” con cinco integrantes: el brasileño Araquem, el “Chino” Salvá, Douksas, y otro brasileño, Denis.

Ghiggia aseguraba que aquellos equipos que formaba Danubio hoy pelearían cualquier campeonato y destaca la calidad de Pederzoli, de Douksas y del goleador Araquem de Mello.

A propósito de los brasileños recuerda que tras el flojo debut de ambos, los dirigentes querían mandarlos de vuelta al pago, y él junto con Modernell y Douksas concurrieron a hablar con la directiva para pedirles que los esperaran, que tenían que adaptarse al medio. Los hechos les dieron la razón: Araquem convirtió 12 goles y se transformó en el goleador del Campeonato Uruguayo de 1966.

En 1964 integró una selección uruguaya formada exclusivamente con jugadores de equipos “menos promocionados”; la llamaron “Artigas” y de Danubio fueron convocados Héctor Cincunegui, Héctor Salvá y Ghiggia. Dicha selección empató a 1, en el Estadio, con la selección de Alemania Oriental, que días antes había derrotado a la selección uruguaya por 3 a 1.

Alcides Edgardo Ghiggia deleitó a los danubianos durante tres temporadas, de 1964 a 1966, poniéndose la franja sobre el pecho en casi 40 partidos. Convirtió 5 goles, que aunque no fueron muchos, todos recuerdan aquel que le convirtió a Nacional de cabeza.

El paso del excelente delantero por nuestra institución no sólo jerarquizó el equipo de aquel momento sino que hoy orgullosamente podemos decir que la camiseta de Danubio fue vestida por tres Campeones del Mundo.

Aníbal Rey Bozzolo